19 marzo 2008


Así era, los pies quietos y cochinos descansando en las sombras de esos arboles, que nos regalaban sus colores, sus ruidos que a la vez eran silenciosos y lejanos a nuestros oídos. Me hacían sentir lejos de una bulla cotidiana, que si, estaba lejos.
Seria extraño decir que extrañe, que me costo ver el lago tranquilo y el volcán echar humo temeroso y permanente.
Su compañía estaba presente, pero lejana a una mente que no estaba, a un cuerpo presente, pero destruido de tanta cosa que sentía & pensaba.
La banca entre la tranquilidad, las bocinas y las voces era sincera. Nos cuidaba de caer bruscamente en lo que cuidabamos no caer, la dulce vida cotidiana, que se transforma derrepente en horrorosa.