Y si como dije aquella vez, las cosas fuesen más sencillas, mis pies andarían derecho, hacia donde deben y jugueteando en el pasto del parque. No jugueteando entre tus pies.
Las palabras nos describen, hablan de nosotros, nos hacen sonreír. Pero que tanto, nos hacen sonreír. Si tu sonrisa es tímida y no de oreja a oreja.
Mis pies siguen jugueteando, caminando entre las piedras de la calle en arreglo, que está a la vuelta de la esquina de casa. Se me doblo el tobillo, me senté un rato a esperar a que el dolor se calme, aún espero que se calme. Pero la tranquilidad que siento, no va a ser interrumpida por un montón de piedras y por un hoyo que doblo mi pie. Eso no me va a parar, no voy a parar de caminar hacia lo que quiero, aún que el miedo empiece a asomarse entre los arbolés que habían en la calle. Mejor que entren y me miren a través de la ventana de su casa como viejos copuchentos, porque yo ahí seguiré, caminando entre tus pies, entre las piedras, los hoyos o por donde sea. Sin miedo y con fuerza hasta que esto comience, tenga su clímax y su final.
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